AFORISTAS CLÁSICOS FRANCESES


Libros al Albur presenta una antología, en selección y traducción de José Luis Trullo, de cuatro de los autores más significativos del aforismo clásico francés: La Rochefoucauld, Chamfort, Vauvenargues y Joubert. Todos ellos pertenecen a la llamada Edad de Oro de la literatura moral, o moralismo, de los siglos XVII, XVIII y principios del XIX, y están presididos por una vocación analítica de las costumbres sociales en contraposición a las tendencias naturales del individuo. Aun así, cada uno de ellos posee un carácter propio, que va desde el cínico pesimismo de La Rochefoucauld hasta la tierna empatía de Joubert, pasando por la lúcida defensa del ser humano de Chamfort y la insobornable independencia moral e intelectual de Vauvenargues. Una antología que hará las delicias tanto de los aficionados al género más breve como a las personas propensas a la reflexión filosófica y/o antropológica, o simplemente a quienes gustan de leer buena literatura acerca de las constantes del ser humano.


Algunos ejemplos extraídos de la antología:


La Rochefoucauld

Con frecuencia la pasión transforma en loco al más cuerdo, y en cuerdo al más loco.

Todos tenemos suficientes fuerzas como para sufrir los males que padece un tercero.

Prometemos según nuestras esperanzas y cumplimos según nuestros temores.

Se necesita una virtud muy superior para soportar la buena suerte que la mala fortuna.


Chamfort

Saber aburrirse es un arte.
  
El único vicio que puede impedir a un hombre tener muchos amigos es un exceso de virtudes.

Tanto en el orden natural como en el social, conviene no querer ser más de lo que se puede.

Cuanto más se juzga, menos se ama.


Vauvenargues 

La servidumbre rebaja a los hombres, hasta el punto de hacer que la amen.

 Aquellos a quienes compadecemos por sus zozobras desprecian nuestro reposo.
  
Difícilmente podrán hallarse personas más agrias que las que se muestran amables por interés.

 No es verdad que los hombres sean mejores en la pobreza que en la opulencia.


Joubert

Para pensar con acierto sobre un asunto serio necesito estar alegre.

Todo lo que admiro me conmueve, y aquello que amo no puede resultarme indiferente.

Me gusta percibir dos verdades al mismo tiempo.

El espíritu tiene tanta fuerza que incluso es capaz de quejarse de su propia debilidad.



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José Luis Trullo, editor
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